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La tierra es el vientre, es óvulo y esperma
La tierra es el vientre, es óvulo y esperma. No todo lo que se siembra nace, no todo lo que nace vive.
Cultivar la tierra tiene variadas interpretaciones, formas, condiciones y relaciones con la naturaleza. Las tecnologías creadas a través del tiempo han cambiado las relaciones con la Madre Tierra y desplazado prácticas armoniosas que guardaban el equilibrio de la naturaleza, a cambio de un gran incremento en la productividad agrícola. En ese proceso de avance tecnológico fue impulsada la tan nombrada “revolución verde”, mediante la cual se difundió ampliamente la utilización de nuevos insumos y tecnologías para el desarrollo de la agricultura en Colombia. Aproximadamente entre 1950 y 1980 la “revolución verde” fue considerada importante y tuvo gran auge en el aumento de la productividad agrícola, en un Mundo metamórfico hacia el desarrollo.
Al Mundo le hicieron creer que se necesitaba producción en masa debido a la hambruna y desnutrición existentes, aparecieron las renombradas especies mejoradas, las semillas transgénicas. Con esta nueva tecnología en la agricultura y sin ningún tipo de control, grandes extensiones de tierra fueron dedicadas al monocultivo, se utilizaron significativas cantidades de agua e inmensas dosis de agrotóxicos (fertilizantes y plaguicidas sintéticos).
En Sumapaz, la Caja Agraria (actual Banco Agrario de Colombia) y el INCORA facilitaron préstamos monetarios a algunos agricultores, y en otros casos, hicieron entrega directamente de insumos agrícolas. La multinacional Bayer y otras empresas, promovieron masivamente la utilización de pesticidas químicos (herbicidas, fungicidas e insecticidas) y otros venenos, para controlar lo que denominaron malezas en los cultivos.
Como consecuencia de las situaciones antes mencionadas, se produjo el aumento en la tala de bosques, el uso indiscriminado de venenos en la agricultura, la extensión de los monocultivos, la pérdida de diversidad de las semillas y el abandono, en muchos lugares, de cultivos tradicionales como la cebada, el trigo, la papa de diferentes variedades nativas (flor blanca, argentina, argentina flor blanca, tocana, carriza, hojiazul, salentuna), las hibias, chuguas y cubios, entre otros.
Después de largos procesos de resistencia, la comunidad Sumapaceña avanza en la recuperación de la huerta campesina; cultivos casi extintos, como la papa corneta, las hibias y las chuguas han vuelto a aparecer. Mediante talleres, videos, experiencias compartidas con campesinos de otros lugares, experiencias propias y la implementación del proceso de campesino a campesino, se busca retornar a la huerta campesina integral de décadas anteriores.
Huerta integral es aquella que ofrece medicina alternativa con los beneficios de las plantas medicinales, aporta la comida del surco a la mesa, forraje para el ganado y leña para mantener el fuego en el fogón donde se cuecen los alimentos.
El proceso de sensibilización y amor por el Páramo de Sumapaz, que ha sido nuestro hogar desde los ancestros, ha llevado hoy a muchas mujeres a defender y proteger los cuerpos hídricos, cercándolos, arborizando y aislándolos del pisoteo del ganado. En esta tarea, como en todas las demás, las mujeres trabajamos infatigablemente y no siempre en las mejores condiciones ni con el reconocimiento apropiado.
Las manos de las mujeres vinculadas a procesos agroecológicos y huertas sin venenos plasman su sabiduría. Los abonos se fabrican utilizando como materia prima el estiércol del ganado y otros animales. Plantas medicinales como la caléndula, yerbabuena, ortiga, toronjil y el hinojo son utilizadas en pudines, repelentes, fertilizantes y otros, además ofrecen su aroma y floración cautivando insectos y aves, respetando los derechos de la Madre Tierra y produciendo alimento sano.
Una dificultad muy sentida en el territorio sumapaceño, es la pérdida del excedente de las huertas debido a la carencia de un mercado local y el alto costo de su transporte hasta Bogotá urbana. La falta de comercialización con precios justos es uno de los muchos conflictos y dificultades que entorpece y hace muy difícil la vida de las mujeres campesinas que buscan en la producción de sus huertas una alternativa de vida.
Uno de los retos es que las políticas públicas no se sigan legislando desde los escritorios y con visión urbana, la Alcaldía Local de Sumapaz debe funcionar en el territorio, estar más cerca del campesinado y ser más sensible a sus necesidades, proyectos y propuestas, reconociendo sus prácticas, sueños y esperanzas.
Escuchar a las mujeres campesinas es también preguntarse ¿cómo pueden ellas continuar con la noble tarea de producir alimentos sanos y tener sus huertas campesinas integrales?, ¿qué hacer ante la carencia de recursos económicos y técnicos para la transformación de la materia prima de sus productos buscándoles un valor agregado?, ¿qué hacer ante la inexistencia de un mercado local y la indiferencia del comercio urbano, que ofrece un precio irrisorio a las cosechas de tanto esfuerzo?
Estas son apenas algunas de las muchas necesidades que enfrentamos las mujeres campesinas huerteras en la constante lucha por el reconocimiento a nuestro trabajo y por existir en un territorio que amamos, conservamos y defendemos, el Páramo de Sumapaz.