Tipo de cuidado
Soberanía alimentariaGeolocalización
Cultivando nuestro territorio, produciendo comida sana
Hace ya más de 15 años que la familia García Pulido, guiada por los conocimientos heredados de padres y abuelos, comenzó a sembrar hortalizas en su pequeña huerta, utilizando abonos orgánicos
Hace ya más de 15 años que la familia García Pulido, guiada por los conocimientos heredados de padres y abuelos, comenzó a sembrar hortalizas en su pequeña huerta, utilizando abonos orgánicos sencillos como los desperdicios de cocina y de cosecha, estiércol de ganado y cenizas. Mientras que en un terreno más amplio usaban gran cantidad de fertilizantes y pesticidas químicos para los cultivos y comercialización en los mercados de papa y haba, en su huerta seguían sembrando orgánicamente las hortalizas y plantas medicinales para el uso del hogar.
Al ver que los abonos orgánicos mejoraban las características de los productos, dándoles un sabor más agradable y una mejor apariencia, don Renán decidió participar en varias capacitaciones, dictadas en ese tiempo por el DAMA. Dado que los procedimientos resultaban sencillos, empezó a implementar estas técnicas en cultivos más grandes de papa, fresa, alcachofa y cebolla.
Así, comenzó a fertilizar con abonos orgánicos como el “Bocashi Caldo Super 4” o el té de gallinaza, que incluyen ingredientes como estiércol de ganado, gallinaza, cascarilla de arroz, melaza, agua, cal, sulfato de cobre y cenizas.
Combinando su conocimiento con lo aprendido en las capacitaciones, don Renán y su familia experimentaron durante cerca de 4 años en su huerta y en parcelas pequeñas, pensando principalmente en producir su propio alimento. Al recoger y comparar las cosechas de habas y papas de la huerta y sus alrededores, observaron que no era mucha la desventaja que tenían los productos orgánicos frente a los químicos como se creía comúnmente.
Al quinto año, con la ayuda de la Universidad Jorge Tadeo Lozano y la Secretaría Distrital de Desarrollo Económico, entidades que les suministraron semillas, empezaron a cultivar en mayores cantidades papa, habas, fresa, alcachofa, cebolla, lechuga, rúgula, uchuvas y otras hortalizas que vendían a restaurantes de la ciudad. Esto llevó a don Renán a darse cuenta de que la producción orgánica le reportaba mayores beneficios como la recuperación del suelo y la prolongación de su vida útil, la reducción del uso de agroquímicos, la generación de productos sanos y de calidad que podía vender a un mejor precio en la ciudad, y la conservación de la tierra, el agua y la fauna de la región.
Poco a poco fue agrandando su cultivo orgánico y disminuyendo el cultivo químico. Vio que mejoraron los ingresos para su familia, que producía buen alimento para la gente, y que estaba cuidando el territorio.
Luego de un tiempo la producción orgánica en la región se convirtió en una propuesta llamativa. Diferentes instituciones y organizaciones la promovieron, capacitando a los interesados en adoptarla y apoyando a los productores a comercializar sus productos limpios a precios que eran mayores que los precios de los productos químicos.
Hoy en día, don Renán se encuentra produciendo abonos y alimentos orgánicos, entre los que se destacan la fresa, la papa corneta, la mora y la alcachofa que vende a restaurantes de la ciudad. También está incentivando a los vecinos para que hagan la transición a la producción orgánica, a partir de intercambios de semillas, talleres de elaboración de caldos y abonos orgánicos.
A nivel económico, la producción orgánica se ha convertido en una alternativa real para la familia de don Renán, que permite estabilizar sus ingresos ya que la inversión en los cultivos es mucho menor. Mientras los insumos químicos absorbían casi el 100% de las ganancias que le daban la papa y las habas, en la producción orgánica sólo re-invierte en insumos entre un 15% y un 20% de sus ganancias, puesto que gran parte de los mismos se producen en la finca. A manera de ejemplo: una libra de papa tratada con químicos, cuya producción costó cerca de 600 pesos, es pagada a 700 pesos en los mercados, mientras que por la misma libra de papa orgánica, cuyo costo de producción fue cercano a los 400 pesos, recibe cerca de 2000 pesos.
Sin embargo, don Renán está convencido de que la producción orgánica trasciende el tema comercial, pues es un proyecto de vida que ayuda a las comunidades a entender mejor sus necesidades, priorizar el bienestar de su familia, construir sus propias propuestas de vida y reforzar una relación armónica con el ecosistema. Además, estaría permitiendo un mejor diálogo de la gente con las entidades públicas para el ordenamiento y el cuidado del territorio.
Quedan varios retos para que esto se siga desarrollando. Por un lado, las personas aún no son del todo conscientes del daño que se le está causando al medio ambiente a través del uso excesivo de insumos químicos en los cultivos. Por otro lado, aún no creen en la posibilidad de tener ganancias con la agricultura limpia, pues existe el temor de que sus productos no sean reconocidos y valorados en la ciudad.
Por estas razones, don Renán piensa que es importante apoyar la producción orgánica desde las ciudades, abriéndole mercados, reconociendo precios justos y aumentando el consumo. En el campo es necesario fortalecer los proyectos piloto en las fincas para mostrar a los habitantes que es posible producir orgánicamente y tener ganancias, al tiempo que se cuida el ecosistema de la cuenca alta del río Tunjuelito que provee agua para Bogotá.