Tipo de cuidado

Soberanía alimentaria

Geolocalización

Los nombres de las plantas de Bogotá: puentes entre conocimientos diversos

Ángela Rodríguez Calderón Almanaque Agroecológico Gran Sumapaz

La Plataforma de Nombres Comunes de las Plantas de Bogotá http://nombrescomunes.jbb.gov.co/

El botánico

En el quehacer botánico el estudioso de las plantas tiene que afinar sus sentidos para diferenciar entre los tonos de verde y las texturas de un paisaje, y para percibir los delicados detalles que le permitan clasificar y comprender las plantas que estudia; debe desarrollar destrezas para aprovechar cada momento de sus expediciones en el campo, armarse de herramientas simples o muy sofisticadas y de documentos de sus colegas de todos los tiempos para responder diversas preguntas, algunas veces rebuscadas, urgentes, inmediatamente útiles para su sociedad y otras veces solo útiles para que otros, con otros puntos de vista, usen sus respuestas para entender mejor el reino vegetal.

Así, el botánico aumenta su conocimiento y a veces sus dudas, y debe cumplir el compromiso de comunicar sus hallazgos a los otros científicos o a otros miembros de la sociedad que pueden encontrarlos ajenos a sus realidades.

El sabedor

No son los botánicos los únicos o mejores conocedores de las plantas, a algunas las conoce más quien las ve cada día, quien las usa, quien les habla, las consume, las cultiva, las colecciona, las venera, las evita… Son quienes viven con ellas cada día, quienes pueden enseñarnos a quererlas y una vez las conocemos adquirimos el compromiso de protegerlas. El sabedor puede ser el líder indígena o rural, el horticultor, las abuelas y abuelos, las amas de casa, los ecologistas entre otros. Lo que saben puede ser la clave para aliviar, para inspirar, para hacer más consciente al otro. El sabedor conoce, aplica y enseña de diversas maneras.

El puente

Algunos estudiosos de las plantas del Jardín Botánico de Bogotá se dieron a la tarea de reconocer el poder de las palabras con las que comúnmente las nombramos. Se propusieron hacer una herramienta para encontrar información usando los nombres comunes como puente. De esta manera recopilaron información sobre las plantas que crecen en Bogotá, tanto de sabedores rurales, urbanos y científicos, como de documentos literarios, científicos y herbarios. Desde el 2014 organizaron los datos y diseñaron un recurso de internet que puede considerarse de construcción colectiva de identidad y de apropiación del patrimonio cultural y natural: La Plataforma de Nombres Comunes de las Plantas de Bogotá, la cual fue puesta a disposición en el 2017 y puede ser consultada libremente en la dirección: http://nombrescomunes.jbb.gov.co/ 

La esperanza

Como miembro del equipo que emprendió esta tarea admito que una vez puesto en internet, el trabajo de La Plataforma no acaba, tenemos el reto de mantenerla actualizada, enriquecerla, incentivar su uso y enlazarla con otras herramientas con las que se complementa.

Hemos diseñado un material que diversos públicos han encontrado atractivos, desde las ciencias sociales, como elemento que documenta percepciones de la sociedad en torno a las plantas en diferentes épocas y regiones; desde el medio lingüístico, por el componente fonético y etimológico; desde el medio biológico, como proveedor de información básica de las plantas de la región; y de los vecinos y curiosos que requieren información sobre los nombres para hacer búsquedas de información más precisa en la red.

Son muchas las perspectivas y sueños que tenemos. Unos grandes, como servir de puente entre generaciones, poner en la misma mesa, como igualmente valiosos, datos científicos y populares, y ser referente para el buen uso de la nomenclatura botánica, científica y vernácula de Bogotá.

Y otros quizás menos ambiciosos, como reconocernos paisanos de un cachaco de muladar; que el científico entienda cuando le hablen de frailejón y no de Espeletia; reconocer una mata de café sembrada en nuestros jardines por alguien de otra región que quiso traer un pedacito de su tierra natal; soñar que los niños en los colegios conozcan y aprendan a querer los cubios, las uchuvas, y que perpetúen el saber de sus ancestros; que los extranjeros encuentren y aprendan cuál es la guasca que hace tan rico al ajiaco; que viajemos por nuestras raíces indígenas que nos dejaron la quinua, la curuba y el maíz; que aprendamos que con las plantas de tierras lejanas también han venido nombres como el kikuyo, regalo de lenguas africanas y las palabras árabes como la azucena, el retamo y el arrayán; que detrás de los nombres de las begonias, fucsias, hebes y feijoas hay relatos de viajeros de barcos, naturalistas apasionados y de diosas mitológicas; y que también los botánicos han penetrado sigilosamente a nuestro idioma con sus nombres científicos y nos han heredado palabras, ahora cotidianas, como el eucalipto y abutilón.

Relacionados

Ver todos
Image

Soberanía alimentaria

“Cuando no había papa… tocaba jorobo”

Lina María Cortés Gutiérrez, Bernardo Peñaloza

Image

Soberanía alimentaria

Chanfaina campesina

Miriam Herrera

Image

Soberanía alimentaria

Cocido cundiboyacense

Gladys Rico, Lina María Cortés Gutiérrez