Nuestra revolución pedagógica en Sumapaz

Nicolás Gaitán-Albarracín y Jairo A. Peña-Torres Almanaque Agroecológico Gran Sumapaz

Nos fuimos enamorando, poco a poco, de estos pequeños mundos rurales, mundos natu-culturales

En agosto de 2016 y enero de 2017, hace poco más de dos años, llegamos al centro poblado de Nazareth, uno de los tres corregimientos que hacen parte de la localidad 20 de Sumapaz. En este acogedor espacio empezamos a convivir con una comunidad pacífica y trabajadora, mientras tanto inició la construcción de la apuesta pedagógica como Universidad pública de la cual somos co-partícipes: El Programa Especial de Admisión y Movilidad Académica – PEAMA Sumapaz de la Universidad Nacional de Colombia. Nosotros, como citadinos y novatos tutores y docentes, fuimos aprendiendo en la práctica, nuestro primer aprendizaje fue sobre el complejo territorio que llegábamos a habitar.

Así, trabajando mediante el Aprendizaje Basado en Proyectos, nos propusimos conocer la región desde el agua y las estrellas. Este modelo educativo busca centrar el aprendizaje en el estudiante, trabajar en pequeños grupos en donde el docente participe como facilitador y donde el proceso de formación gire alrededor de un proyecto/problema. En estas dinámicas viajamos por algunas veredas, conocimos el río El Chochal, las prácticas agropecuarias de los Velásquez, los acueductos veredales de Nazareth, los cantos de Don Pedro, las huertas de Doña Lilia y Doña Esperanza, las historias de los antepasados de Doña Clarita, los proyectos del Parque Chaquén, la finca agro-ecológica de la familia Riveros, el Centro Piloto de Agroecología Juan de la Cruz Varela. Así, recorriendo Nazareth, San Juan y Betania nos acercamos cada vez más al día a día del campesino. También, nos hipnotizó la magia que trae la niebla del páramo y el bosque alto andino: musgos, frailejones, pajonales, lagunas, cuyes, rocas, montañas, lagartijas, orquídeas, uvas de monte, arrayanes, encenillos, ríos, cucharos y hasta el pato lagunero, se convirtieron en partícipes de nuestro devenir con este territorio, de sus enredos socio-ecológicos. Y así, nos fuimos enamorando, poco a poco, de estos pequeños mundos rurales, mundos natu-culturales, mundos que conforman un cosmos de cuidado, dónde conviven y conversan la vida y la muerte.

Entre más aprendíamos con la región, reconocíamos la importancia de nuestra labor en este territorio, de cómo es necesario aprender juntos: nadie enseña a nadie, nadie aprende solo, todos aprendemos juntos. Así, nos permitimos dialogar entre la práctica y la teoría, mediados por la actividad campesina y la complejidad natu-cultural que nos rodea. Más, aunque la ruralidad comparte muchas similitudes, era necesario acercarnos con una gran panorámico a nuestra Colombia Compleja, así, organizados como la Universidad que representamos, conocimos proyectos productivos, santuarios de fauna y flora, laboratorios, geo-formas, tumbas precolombinas, fincas cafeteras y sentires de la tierra y las personas, siempre moviéndonos entre la cordillera oriental y central, y re-conociendo que los que nos une es la diferencia. Una vez, inspirados en nuestras otras Colombias e inmersos en este temprano enamoramiento con Sumapaz, juntos, estudiantes y más que estudiantes, empezamos a construir proyectos de aprendizaje para re pensarnos, re construir y re significar un territorio con prácticas más sustentables, permitirnos re crear otros mundos posibles. Plantamos cultivos orgánicos, experimentamos con la agricultura biodinámica, transformamos plantas aromáticas, criemos cuyes y gallinas felices, ensamblamos sistemas acuapónicos, sembramos forrajes, evaluamos compostajes… Y así, poco a poco, buscando siempre aprender, fuimos construyendo una granja integral. La granja nos sirvió como nodo articulador, se convirtió en nuestro faro orientador, un lugar de diálogo, diversión, aprendizaje y trabajo, un sitio insignia dónde podíamos conversar diariamente con las labores del campesino actual y con nuestra proyección de las labores futuras que podrían cuidar, aún más, el territorio.

Este proceso de sentir, comprender y habitar la ruralidad sumapaceña se ha convertido en un momento/escenario propicio para desafiar el modelo de aprendizaje tradicional, que se ha venido impartiendo en nuestras escuelas y universidades por muchos años. Juntos, estudiantes, profesores, plantas, animales, suelos y demás seres, hemos encontrado la posibilidad de generar propuestas y proyectos que fortalezcan nuestro aprendizaje en una realidad tanto concreta como distinta, una realidad de Universidad en y para el campo. Hemos construido una máquina pedagógica itinerante que se re-ensambla día a día, un castillo vagabundo, que se adapta a la necesidad de los involucrados y no al contrario. Un artefacto que cuestiona la rigidez del conocimiento, la linealidad del aprendizaje y el trabajo colectivo. Un llamado a no seguir repitiendo estructuras rígidas, naturalizadas e ingenuas; estructuras que se han olvidado de cuestionar nuestro día a día, de formar mediante la homogeneización, no haciendo más que alienarnos. Así, nuevas manos llegan para seguir reinventando este proyecto que mágicamente se ha convertido en una Zona Temporalmente Autónoma, una célula experimental que contagia lentamente nuevos territorios y vidas, tejiendo una colcha de retazos cada vez más diversa, colorida y gruesa.

Ahora, solo siendo las humildes voces de un proyecto que nos supera y que ha sido el esfuerzo de tantos y tan especiales seres, abusivamente tomando su vocería nos consideramos unos forasteros queridos, cada vez menos citadinos y más sumapaceños. Vasos comunicantes entre la ruralidad y la ciudad.

Bibliografia:

Bey, H., & Wilso, P. L. (1996). TAZ: Zona temporalmente autónoma. Madrid: Talasa. 200 p.

Deleuze, G., Guattari, F., & Monge, F. (1985). El antiedipo: capitalismo y esquizofrenia. Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica S.A. Impreso en España. 428 p.

Freire, P. (2005). Pedagogía del oprimido. 2da edición México. Siglo XXI editores S.A. de C.C. Traducción de Jorge Mellao. 248 p.

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