La economía en tiempos de carestía

Juan Javier Romero Páez Almanaque Agroecológico Nazareth

Existe una Bogotá campesina: esa que se levanta a las cuatro de la mañana y se acuesta a las seis de la tarde.

El Sumapaz se caracteriza por el acervo cultural en torno al quehacer agropecuario, donde hombres y mujeres han construido hombro a hombro un territorio lleno de oportunidades, en el cual aún quedan muchas cosas por descubrir, y otras tantas por documentar. Ya que en el afán del día a día, en ese afán que nos dice que en pleno siglo veintiuno el tiempo es un bien escaso, se han ido perdiendo algunas costumbres sin tan siquiera saber que ambientalmente son sostenibles, políticamente herramientas que distinguen al campesinado y culturalmente un patrimonio. Y si, son precisamente esas costumbres; las de la economía en los tiempos de la carestía.

Cuando iba a trabajar con mi papa siendo niño, es decir; a acompañarlo a su lugar de trabajo cosa que a él siempre le ha gustado, era generalmente al siembro de papa donde en medio de historias, cuentos, y un constante diálogo, iba pasando el día a día hasta que llegaban las cosechas y con ello un nuevo quehacer. 

Prácticamente era así, entre aguaceros e intensas olas de calor, entre el cansancio y la esperanza, entre el lenguaje laboral que se tradujo en mi lectura ambiental del Sumapaz, porque las preguntas, algunas de ellas se han convertido en respuestas y es así que han surgido una serie de propuestas, por ejemplo, está, la de la economía en los tiempos de la carestía. Pues la cosecha no fue solamente la que se expresó de manera cuantificable, también se expresó a través de las cualidades y el conocimiento obtenido, que me permite hoy día hacer un sentido reconocimiento a las y los ambientalistas empíricos y ¿por qué?

Eran casi las nueve de la mañana y llegaba mi hora favorita, la de las medias nueves. Ver el naco, y a unos pasos sentir el aroma de los panes recién horneados, me llenaban y aún hoy me llenan de agua la boca. Cuando ya se disponía a servir las medias nueves generalmente mi abuela o mi mama utilizaban una bolsa de harina para guardar los panes, misma bolsa de la cual obtuvieron la materia prima, misma bolsa con la cual a las cuatro de la mañana prendían candela en la hornilla que utilizaba como fuente la madera, es decir que aplicaban el principio de las tres R: reducir, reutilizar, reciclar. 

A veces pienso, me debieron haber certificado desde ese entonces en manejo integral de residuos sólidos, ellas lo sabían, pero tal vez no aprobé la totalidad del plan de estudio con el cual me estaban evaluando. Seguía la labor en el tajo, seguía. Tanto así que en algún momento del seguir, de las entrañas de la tierra con un guiño que hacia el azadón, brotaban las papas, las cuales se canalizaban en una senda regada por el sudor de un padre enalteciendo la labor campesina, sigue la labor.

El de la economía en los tiempos de la carestía, porque todo está caro y para nadie es un secreto, en el país que siendo de vocación agrícola, ensordecido por la horda desarrollista de la minería ha despoblado el campo, y apostado a la importación de alimentos que en su mayoría se pudiesen producir en nuestro propio país, es por ello que la coyuntura económica devela una relación asintótica entre el desarrollo y la agudización de la crisis por medio de la devaluación de nuestra moneda, y es por ello que debemos volver a la economía campesina porque estamos en tiempos de carestía. Y si, hago referencia a la planta de economía, la cual es prima hermana del fique según su clasificación taxonómica, y que en la cordillera alto andina se puede encontrar fácilmente, la cual durante mucho tiempo ha servido para adecuar la entrada a las casas, recuperar suelos degradados, y también para amarrar los bultos de papa. ¡Hágame el favor! ¿Cómo así que hasta ahora me vengo a enterar de que mi padre desde hace muchos años tenía un doctorado en el sector productivo de la papa sobre insumos biodegradables? ¿Por qué teniendo un doctorado en el campo con su quinto de primaria, no me contó de la aplicabilidad ambiental de su labor? jAh! Claro está, porque la esencia campesina se caracteriza por hacer, por la constancia que edifica y la paciencia que pule cada quehacer sumapaceño, entonces su pedagogía de enseñanza se desarrolló a partir del trabajo, es por ello que tiempo después tengo algunas respuestas, sonrió y pienso, padre, tu siempre con esa manera de educar, es la filosofía de la vida, la del tiempo como garante para encontrar las respuestas.

En plena carestía, debemos retomar ese tipo de saberes campesinos, aplicarlos, enseñarlos, entregárselos a nuestra sociedad, que consume y consume, pero muchas veces obvia retribuir, y hasta el reconocer que cada papa en un plato esconde saberes que pueden ser la respuesta para poner freno a la actual crisis ambiental, económica, política y cultural que padece nuestro continente, es el saber local para nuestros hermanos pueblos de América Latina.

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