Corregimiento de Nazareth: historia y paisaje en el macizo de Sumapaz

Ingrid Morris, Lina María Cortés Gutiérrez Almanaque Agroecológico Nazareth

No es mínima o media, sino máxima la suma, la paz que se respira allí.

Sumapaz es la invitación a la segunda persona del singular, en la que se propone sumar, y no restar, Paz; y la valoración muy alta del tranquilo orden de los bosques de niebla y del páramo: No es mínima o media, sino máxima la suma, la paz que se respira allí. Mario Calderon, Q.E.P.D. Gestor cultural y fundador de la Asociación Reserva Natural El Sumapaz 

 

La historia de este paisaje es un libro silencioso de luchas, resistencias y triunfos, que aún perviven en la memoria de sus habitantes, de la misma forma como sus lagunas, rocas y frailejones guardan el origen de este complejo ecosistema milenario y han sido testigos de lo que sus condiciones ambientales y políticas han configurado como el corredor estratégico más complejo de todos los tiempos. Los antiguos pobladores migraron por estos caminos de páramo para desplazarse a diferentes direcciones del país. 

Vestigios arqueológicos en la cercana necrópolis arqueológica de Usme evidencian que durante ocho siglos ellos comercializaron y controlaron estas rutas. De la misma forma como tiempo después pasaron las huestes de Nicolás de Federmann y lo bautizaron con el nombre de páramo, por similitud a los paisajes hostiles y solitarios de Castilla en España, quedando atrás su nombre original de Fugunzua, hasta convertirse en los últimos sesenta años en ruta geoestratégica del conflicto armado en nuestro país.

El biólogo holandés Tomas Van der Hammen explica que Sumapaz es un corredor de conectividad, conformado por una meseta estable, a más de tres mil metros de altitud, con un trayecto desde los puntos nevados más altos hasta llegar a la orilla del mar, por lo que obtiene la mayor concentración del ecosistema de páramo en el mundo. Estas características morfogénicas lo ubican en el macizo de Sumapaz, integrado por el páramo de Cruz Verde, en las estribaciones del pueblo de Usme, al suroriente, a escasas cuatro horas del centro de Bogotá.

Los ecosistemas de páramo remontan su origen estructural al levantamiento de las cordilleras andinas, en donde tuvieron lugar los largos periodos de climas fríos, denominados glaciaciones, que por las dinámicas energéticas y fuerzas subterráneas de subducción convirtieron el paisaje en una gran obra escultórica de la naturaleza. Paisaje caracterizado por paredes de rocas escarpadas y fragmentos de rocas antiguas dispersas en las laderas de las montañas, entre los 2.600 y 4.300 de altitud, y por una vegetación achaparrada y felpuda, con arbustos de follaje pequeño, flores milimétricas de colores refrescantes, fauna que hiberna entre las bruscas variaciones de temperatura, en medio de vientos helados acompañados de un brillo solar intenso. 

Sus suelos, ricos en materia orgánica, como esponjas retienen, filtran y distribuyen el agua a sus 200 lagunas, hasta conectarse e intercambiar energía con las dos grandes cuencas hidrográficas más importantes del país: la del Magdalena, con el río Sumapaz, y la del Orinoco, con el río Blanco.

Según el sociólogo Hernando Gómez Serrano, Sumapaz es “el lugar con el mayor intercambio de energía del planeta, en tanto que tiene una mayor concentración acuífera, altura y cercanía a las nubes, lo que lo hace recargarse de agua y oxígeno en gran cantidad y de alta calidad, recibiendo vientos y agua de la cuenca del Pacifico, Amazonas y Atlántico”. Por todas estas condiciones, cl 11 de junio de 1977 fueron declaradas como Parque Nacional Natural 154.000 hectáreas, en cl departamento de Cundinamarca: la localidad 20 de Bogotá (Sumapaz), municipios de San Bernardo, Pasca y Arbeláez; y en cl Meta, municipios de Guamal, El Castillo, El Dorado, Lejanías y La Uribe. El parque es solo una porción del páramo, considerado el más grande del mundo, con 266.750 ha, extensión que coincide con la de la Hacienda de Sumapaz (203.996 ha), distribuida entre los globos de Santa Rosa, Las Ánimas, San Juan, El Nevado, Doa y Sumapaz, cuyos títulos más antiguos datan de 1791 y permanecen con sus antiguas casonas y nombres de las veredas.

Según Gómez Serrano, estudioso del territorio desde la geopolítica, Sumapaz es la verdadera estrella cardinal biogenética-energética de Colombia y América del Sur, pues, además de conectar múltiples cuencas, su altura y condiciones geográficas le permiten crear uno de los más grandes ciclos de recarga acuífera. Especialidad y riqueza que, según cl, han hecho que desde hace mucho tiempo quienes investigan nuevas alternativas energéticas estén poniendo la mirada en este territorio. Sus valores ambientales fueron descubiertos por culturas milenarias externas a esta región, como la kogui, que lo referencia como lugar de recarga energética. De hecho, la cultura autóctona de esta zona, los muiscas, sutagaos, doas y cundayos, grupos que lo circundaban, lo consideraron espacio sagrado, con el agua como símbolo principal de su cosmogonía.

El Corregimiento de Nazareth se encuentra enclavado en este ecosistema, como un pesebre colgado en la montaña, entre los 2.300 y 4.300 msnm. En sus lagunas Negra y Larga, del páramo de Media Naranja, nacen las microcuencas de los ríos Taquecitos, Taquegrande, El Gallo, Chochal y Santa Rosa. Estas conforman la cuenca alta del río Blanco, que va en dirección al Ariari. Por estos paisajes cruzan caminos que en dirección occidente-oriente comunicaban a Pasca con Gutiérrez, tierras templadas de las dos vertientes de la Cordillera Oriental.

De acuerdo con la investigación de Roberto Velanda (1982), el territorio de Nazareth, en la región montañosa de la Cordillera Oriental, se extendía del sur del pueblo de Usme hasta el páramo de Sumapaz, colindando con los departamentos del Huila y Meta, en una superficie de 983 kilómetros cuadrados que abarcaba parte de la ruralidad de Usme y del corregimiento de San Juan, en la Alcaldía Menor de Usme. (Chaves, 2011, 20). Posteriormente, Nazareth es segregado de Usme y en 1971 se lo separa del actual corregimiento de San Juan, para configurarse como corregimiento, conformado por la vereda de Las Ánimas, Las Auras, Las Palmas, Las Sopas, Los Ríos, Santa Rosa, Taquecitos y Taquegrande.

Al compás de las múltiples divisiones del territorio a lo largo de la historia, Sumapaz y otros poblados 

muy cercanos, como Usme, Cabrera y Pasca, están marcados por fenómenos históricos y culturales que configuran su identidad política y de resistencia frente a la explotación laboral de sus pobladores, que tuvo origen en la gran Hacienda Sumapaz, en donde germinó la semilla de un movimiento campesino que sigue luchando por condiciones de vida digna y permanencia en sus terrenos. Pues el silencioso, frío y misterioso páramo, así como ha sido testigo de victorias y procesos sociales también, ha sido quizá el más fiel testigo del abuso al que desde la Colonia los hacendados sometieron a sus gentes, que siguen replegadas y exigen sus derechos. Y es que, además del exterminio o reducción indígena en Conquista, los antecedentes más antiguos de los que se tienen evidencia demuestran que en la Colonia existía un régimen dominante encomendero, donde la retribución o pago de servicio en especie creaba relaciones de dependencia y generaba que el más fuerte diera una aparente protección al más débil, a cambio de comprometerse a guardar fidelidad y entregarle determinados servicios.

 

La región de Sumapaz es recordada como propiedad de los Pardo Díaz, que, según cuentan, la vendieron a los Pardo Roche, propietarios de la Hacienda Sumapaz, lugar donde sus padres, tíos, primos y abuelos fueron empleados y vivían en condición de dependencia. Esta hacienda, entre 1870 y 1925, se consolida en parcelas para la tenencia de hatos, e implementa pastos artificiales para el ganado y grandes hectáreas de sembradíos, que solo era posible cosechar con las manos de campesinos y colonos sometidos a largas jornadas de trabajo sin derecho a la propiedad de la tierra. A los Pardo Díaz y Pardo Roche, que eran de Choachí y fueron los dueños y amos de estas tierras, se les pagaba tributo en trabajo. (DAC. Nazareth, 1997, 14) Erasmo Valencia, un joven abogado, fundador del periódico Claridad a fines de 1920, resumió la situación así: “Los grandes hacendados, muchos no conocen sus tierras o la totalidad de ellas, o no las trabajan; son otros los que se dedican a esas labores, mientras el propietario se enriquece con el fruto del esfuerzo ajeno”. Era este un activista caldense nacido en 1893 y amigo de Jorge Eliecer Gaitán, quien en cada uno de sus escritos y discursos públicos recogió las exigencias de la gente del páramo y trató de reivindicarlas, por lo que se ganó el reconocimiento en la región. Este líder campesino organiza a los trabajadores inconformes de la hacienda en la Sociedad Agrícola del Sumapaz, organización que con su lucha y resistencia hizo que el derecho a la tierra fuera asunto de interés nacional popular. (El Espectador, 30 de mayo 2009). La Sociedad Agrícola trató de mediar en los conflictos en la zona y adquirió tanta fuerza que se transformó en 1934 en la Sociedad Agrícola de la Colonia del Sumapaz. De esta organización surgiría a su vez el Partido Agrario Nacional (PAN).

El proceso tomó fuerza desde 1928, cuando se agudizó la crisis del régimen hacendatario, basado en los contratos de arrendamiento, lo que file considerado un triunfo para los campesinos en sus largas luchas contra los latifundistas, luchas que fueron prácticamente acabadas con la “Revolución en Marcha” del gobierno de Alfonso López Pumarejo (1936). 

Este acaba con los esfuerzos por el derecho a la tierra de los labriegos con la Ley 200 o Ley de Tierras que legaliza la gran propiedad, suprime los derechos de minifundistas y trabajadores de la tierra y trae nuevos conflictos a los sumapaceños.

Según Alfredo Molano, “el Gobierno pagaba las tierras a los terratenientes y las vendía a los campesinos para asegurar la propiedad y la oferta de trabajo. Para Marco Palacios, la Ley de Tierras fue una mera ley de titulación de baldíos que aborto anos después. Y para Gaitán era una ley hecha de papel y cartulina. Con las parcelaciones, el regreso de Gaitán al liberalismo en 1936 y la alianza de los comunistas con López Pumarejo, la lucha por la tierra y por mejores condiciones de trabajo decayó hasta mediados de 1945, quizá con excepción de Sumapaz, donde Erasmo Valencia y Juan de la Cruz Varela crearon el Movimiento Agrario Nacional”. (Molano, 2016, 9) Desde 1944, la gente no volvió a pagar tributo u obligación y vino la “pelea” por la tierra entre quienes querían que la parcelaron y los que no, estos últimos en su mayoría administradores de los Pardo Roche. “Cuando había enfrentamientos, tiroteos, hacían sonar un cacho de res, al que le abrían un hueco, lo soplaban, y sonaba durísimo, y allí llegaban todos a respaldar y volver a hacer sus casas; podían durar una noche levantándola de nuevo”. (DAC. Nazareth 1997, 10). Eran tiempos de negociación para lograr la titulación de tierras. Algunos de los delegados fueron don Luis Rubiano, Secundino Palacios y Antonio Torres, encargados de recoger la plata de todos los que iban a ser dueños de su posesión, asignando una cuota de pago a los Roche.

Sin embargo, a finales de los años 40, durante el gobierno de Mariano Ospina Pérez (1946-1950), inicia la Violencia, agudizada con cl asesinato de Gaitán, y comienza un periodo donde se fortalecen los hacendados conservadores de la zona. 

Con la consigna de “defensa de la tierra”, estos envían destacamentos de policía chulavita y se origina uno de los más grandes enfrentamientos partidistas. Ante los atropellos de la fuerza pública y el recrudecimiento de las luchas históricas, la organización agraria se convierte en guerrilla campesina, al mando de Juan de la Cruz Varela. Un evento que quizá no es comprensible para muchos citadinos hoy en día, pues solo los campesinos que han sido explotados o expropiados de sus tierras de generación en generación se sienten empoderados para organizarse en defensa de sus derechos.

Este periodo de violencia y enfrentamientos detuvo la colonización en la zona y configuró en el territorio un aislamiento social y distrital de la región, y llevó al estancamiento de algunos pueblos de Sumapaz, por la ausencia de políticas agrarias y la falta de apoyo para el desarrollo del campo. Esto se recrudece con la presencia de la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que aprovechó las condiciones geográficas del territorio para usarlo como corredor estratégico militar.

La estigmatización histórica le ha costado al territorio y a sus habitantes la presencia de bases militares, constantes enfrentamientos en el territorio, detención de personas inocentes e incluso desapariciones, así como también aseguran que “Sumapaz puede ser el único lugar del mundo con tres militares por habitante” (VOZ, 25 Septiembre 2015), que genera en algunos desconfianza y zozobra, al sentirse vigilados por los diferentes frentes armados.

Hay quienes aseguran que la presencia militar también es debida a la riqueza que existe en el territorio, pues, al ubicarse en la línea ecuatorial y encontrarse en la altura más apropiada para el funcionamiento satelital, del que hoy en día dependen muchas telecomunicaciones, es considerado el sitio con más interconexión satelital de Sudamérica, junto con el Macizo Colombiano, la Sierra Nevada de Santa Marta.

Sumapaz puede considerarse entonces el ombligo del mundo, por sus condiciones no solo biofísicas y de altura, sino por todo el ecosistema de plantas y organismos endémicos que se concentran allí, razón por la cual se encuentra en la mira de las multinacionales. Basta recordar que este territorio fue la base de extracción de quina para la industria farmacéutica en el siglo XVIII, y que hoy en día tienen puesto los ojos para la creación de bancos biogenéticos, como un negocio real para los planes de producción industrial.

Finalmente, en los últimos años la conservación ecológica ha sido la principal exigencia por la cual las autoridades ambientales cuestionan a las familias por los cultivos extensivos de papa en el páramo, entre otras prácticas tradicionales que ahora tienen más vigilancia con miras a la protección del territorio. Por esta razón sus habitantes se preguntan para qué y para quienes tanta conservación. Si bien se ha mencionado la importancia de la delimitación de los páramos para su conservación, por la riqueza hídrica y concentración de oxígeno y porque puede ser aprovechada por los megaproyectos energéticos, es claro que hoy la gente de páramo piensa en seguir en su territorio con prácticas agroecológicas, pues, como seres humanos, son tan importantes como sus especies animales y vegetales. Por consiguiente, hoy luchan para resistir los estudios de posibles explotaciones petroleras y la construcción de hidroeléctricas, pues se hace cada vez más real la ancestral mención del páramo como espacio sagrado, lugar de recarga energética y territorio cultural y ambiental para proteger.

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