Cuando los buses se detienen, después de un periplo de casi tres horas, los viajeros descienden ansiosos mientras se les desentumen las piernas y se les acostumbra el organismo a tantas sensaciones: El frío, el cansancio, la luminosidad, el cielo abierto o la llovizna que punza como pequeños alfileres congelados, todo esto mezclado con las nubes, tan asombrosamente cerca, encima, casi dentro de los viajeros. Parece que sólo entonces llegará el visitante al páramo que venía buscando, los frailejones, la laguna y las montañas solitarias. Todos nos acercamos en silencio, como cuando entramos a una catedral por primera vez y pedimos tres deseos, es como estar ante algo sagrado, porque eso es precisamente, y no sabemos qué esperar o cómo comportarnos. 

Ir al páramo es el encuentro entre lo imaginado y lo real. Para muchos es un espacio que se resume en pocas palabras, frailejones-agua-frío y esa imagen está bien, pero tememos enriquecerla por miedo a quebrarla. Nada que temer, en esa laguna que parece una foto del comienzo de los tiempos hay una cuerda y una cinta de peligro para evitar el paso, un tubo para comunicar los espejos de agua por debajo de la carretera, y decenas, cientos de cipreses, que se mantienen de menos de un metro de altura. Esto significa que el sitio más emblemático de este ecosistema refleja las huellas de la presencia humana que han transformado la región desde hace miles de años. 

El páramo es un lugar mágico, su condición de alta montaña en pleno trópico reúne cantidades inusitadas de radiación solar, agua y minerales de las rocas, que juntos producen ciclos físicos y químicos que soportan la vida en decenas de miles de kilómetros cuadrados en nuestro país. Por allí han transitado las culturas desde hace tanto tiempo, que los pasos de Bochica reflejan los ecos de las migraciones de los recolectores y agricultores, quienes llegaron por estas rutas a mezclarse con los cazadores provenientes del Magdalena, sobre la sabana, hace más de doce mil años.

En el pasado Sumapaz se asociaba con la violencia entre partidos, o con la lucha entre el gobierno y las guerrillas, pero para sus habitantes esto va quedando atrás, ahora solo cuenta la enorme riqueza natural, sus fuentes hídricas y su gente trabajadora, luchadora y bondadosa, diversa y unida por la causa de su territorio, admirada de las montañas y la niebla, solidaria y orgullosa de vivir en una región que alimenta a todos, conformando una sociedad que se refleja en la dignísima casa del pueblo del corregimiento de San Juan.

A comienzos de este siglo llegó el ejército y las tensiones afloraron, pero hoy el país está cambiando y ese cambio debe curar el territorio, los militares ya no hacen operaciones, ahora están en guerra contra el retamo y propagando frailejones y otras especies propias de la región, ojalá un nuevo ejército y una nueva comunidad se den la mano, con todos los demás. Lo deseamos al borde de las lagunas mágicas del páramo.

El Ulex europaeus o retamo espinoso es una especie de origen europeo que se introdujo a Colombia con fines ornamentales hace aproximadamente 20 años y rápidamente presentó un comportamiento invasor muy agresivo poniendo en riesgo los ecosistemas naturales. Actualmente se hacen esfuerzos por controlar su propagación.